Si te digo que puedes mejorar tu fuerza y resistencia en la bici apretándote unas bandas en las piernas hasta que parezca que van a explotar, mientras pedaleas a un ritmo que tu abuela consideraría un paseo, probablemente pensarás que he perdido la cabeza. Y no te culparía. Pero aquí estamos, para hablar del entrenamiento BFR en rodillo, una de esas técnicas que suenan a tortura medieval pero que, sorprendentemente, la ciencia respalda.
Seamos sinceros, el rodillo puede ser un suplicio. Mirar una pared durante una hora mientras sudas a mares no es la idea que teníamos de «libertad sobre dos ruedas». Por eso, cuando aparece una técnica con un nombre tan peculiar como «Entrenamiento de Restricción del Flujo Sanguíneo» (BFR), o te ríes o sientes curiosidad. Hoy vamos a explorar esa curiosidad, porque puede que sea la clave para que tus sesiones indoor dejen de ser un mero trámite para convertirse en algo… útil.
¿Qué demonios es el entrenamiento BFR?
El entrenamiento BFR (Blood Flow Restriction), también conocido como entrenamiento oclusivo o Kaatsu (si quieres ponerte exótico), es un método que consiste en reducir parcialmente el flujo sanguíneo arterial hacia un músculo y restringir casi por completo el retorno venoso desde ese músculo durante el ejercicio.
Imagina una manguera. Si la pisas un poco, el agua sigue llegando, pero le cuesta mucho más salir. Eso es lo que hacemos con las venas de nuestras piernas. Se colocan unos manguitos o bandas elásticas en la parte más alta de los muslos para crear esta restricción.
¿El objetivo de esta locura? Engañar a tu cuerpo. Al restringir el retorno de sangre, se acumulan en el músculo una cantidad ingente de metabolitos (como el lactato, ese viejo amigo que te hace sentir que tus piernas arden). Este ambiente de estrés metabólico extremo hace que tu cerebro piense que estás levantando una cantidad de peso brutal o esprintando por tu vida, cuando en realidad estás moviendo una carga ridículamente baja.
Como respuesta a esta «emergencia», tu cuerpo libera un cóctel de hormonas anabólicas, como la hormona del crecimiento (GH), y activa fibras musculares de contracción rápida (las tipo II), que normalmente solo se reclutan en esfuerzos máximos. El resultado: ganancias de fuerza e hipertrofia similares a las del entrenamiento de alta intensidad, pero con una carga mecánica mínima. Sí, has leído bien: ganancias de gimnasio pedaleando suave. Suena a teletienda, pero hay bastante ciencia detrás.
¿Por qué en el rodillo y no en plena Gran Vía?
Podrías intentar hacer esto en la carretera, pero no te lo recomiendo a menos que tengas un seguro de vida muy completo y pocas ganas de seguir usándolo. El rodillo es el entorno perfecto para el entrenamiento BFR por varias razones obvias:
- Control absoluto: En el rodillo no hay semáforos, coches que no te ven, perros que se cruzan ni descensos en los que dejas de pedalear. Puedes mantener una cadencia y una potencia constantes y bajas, que es exactamente lo que requiere el protocolo BFR.
- Seguridad: La sensación de fatiga y «bombeo» en las piernas es extrema. Créeme, lo último que quieres es perder el equilibrio en una rotonda porque tus cuádriceps han decidido tomarse un descanso. En el rodillo, lo peor que puede pasar es que tengas que bajarte y arrastrarte hasta el sofá.
- Baja carga, alto estrés metabólico: El BFR funciona con intensidades muy bajas (del 20 al 40% de tu máximo). Intentar mantener esa intensidad tan baja en la calle es casi imposible. El rodillo te permite clavar esa zona de trabajo sin esfuerzo.
En resumen, el rodillo convierte una técnica potencialmente peligrosa en un método controlado y eficiente. Es su hábitat natural.
Al lío: guía práctica para no provocarte una trombosis
Vale, ya te he vendido la moto (o la bici estática con bandas). Ahora, ¿cómo se hace esto sin acabar en urgencias? Presta atención, que esta parte es importante.
El material necesario
Esto no es negociable. Necesitas unos manguitos de BFR específicos. No uses torniquetes, cinturones, cámaras de bici ni las cuerdas de la persiana. Los manguitos de calidad permiten aplicar una presión uniforme y, a ser posible, medirla. Los hay manuales y neumáticos. Son una inversión, pero tus venas te lo agradecerán.
Además de los manguitos, necesitarás:
- Tu bici y tu rodillo, obviamente.
- Un potenciómetro o un pulsómetro para controlar la intensidad.
- Sentido común. Este es el más importante y, a veces, el más escaso.
Paso 1: Colocación y presión de los manguitos
Los manguitos se colocan en la parte más proximal de las extremidades que vas a trabajar. En el ciclismo, esto significa en la parte más alta de los muslos, justo debajo de la ingle. Deben quedar ajustados pero sin cortar la circulación por completo.
La presión es la clave de todo el asunto. Demasiada presión es peligroso. Poca presión no sirve para nada. ¿Cómo encontrar el punto justo?
La forma científica es medir tu Presión de Oclusión Arterial (Limb Occlusion Pressure – LOP), que es la presión mínima necesaria para detener el flujo de sangre arterial, y luego trabajar a un porcentaje de esa presión (normalmente entre el 40% y el 80%). Pero como seguramente no tienes un Doppler en casa, usaremos un método más subjetivo pero efectivo: la escala de presión percibida.
En una escala de 0 a 10, donde 0 es ninguna presión y 10 es «creo que voy a perder la pierna», debes buscar un 7 sobre 10. Debes sentir una presión considerable, pero no dolor, ni hormigueo, ni notar que se te duermen los pies. Siempre deberías poder sentir el pulso pedio (en el empeine del pie). Si no lo sientes, afloja inmediatamente.
Recuerda: más no es mejor. El objetivo no es cortar el riego, sino dificultar el retorno.
Paso 2: El protocolo de entrenamiento
Una vez tienes los manguitos listos, es hora de subirse al rodillo. Un protocolo clásico y efectivo para empezar podría ser el siguiente:
1. Calentamiento (5-10 minutos): Pedalea muy suave, en tu zona 1 de potencia o al 50-60% de tu Frecuencia Cardíaca Máxima. Haz esto sin los manguitos puestos.
2. Colocación y ajuste: Bájate de la bici, ponte los manguitos y ajusta la presión a ese 7/10 que hemos comentado.
3. Series de trabajo: Ahora viene lo «divertido». El protocolo más estudiado es el de 30-15-15-15. Adaptado al ciclismo, sería algo así:
- 1ª Serie: Pedalea durante 2 minutos a una intensidad muy baja (30-40% de tu FTP o en la parte baja de tu Z2).
- Descanso: Descansa 30-45 segundos sin pedalear (o pedaleando sin ninguna resistencia). No te quites los manguitos durante el descanso. La clave es mantener la oclusión.
- 2ª, 3ª y 4ª Serie: Repite el intervalo de 2 minutos, seguido de su descanso de 30-45 segundos.
4. Vuelta a la calma (5 minutos): Tras la última serie, quítate los manguitos inmediatamente y pedalea otros 5 minutos muy suave para ayudar a limpiar todos los metabolitos acumulados. Notarás una sensación de alivio y un flujo de sangre casi eufórico.
Este bloque completo (4 series) dura unos 15 minutos. Puedes empezar con un bloque y, con el tiempo, progresar a dos bloques con un descanso de 5 minutos entre ellos (quitándote los manguitos en ese descanso largo).
La sensación durante las series será de una fatiga desproporcionada para el esfuerzo que estás realizando. Tus piernas arderán y se sentirán pesadas e hinchadas. Es normal. Si sientes dolor agudo, mareos o notas algo raro, para inmediatamente.
¿Qué gano yo con este sufrimiento voluntario?
Si has llegado hasta aquí, te mereces saber por qué deberías someterte a esto. Los beneficios, según la creciente evidencia científica (puedes buscar estudios de Jeremy P. Loenneke o Stephen Patterson si te aburres), son bastante interesantes para un ciclista:
- Aumento de fuerza e hipertrofia muscular: Ganarás masa muscular en las piernas con una carga mínima para tus articulaciones. Ideal si vienes de una lesión o si no quieres el estrés mecánico del gimnasio. Esto se traduce en más vatios.
- Mejora de la resistencia: El BFR ha demostrado mejorar el VO2max y la capacidad de buffer o aclarado de lactato. Al acostumbrar a tus músculos a trabajar en un entorno muy ácido, mejoras tu tolerancia al esfuerzo cuando compites o haces series de verdad.
- Eficiencia de tiempo: Una sesión efectiva de BFR dura entre 15 y 25 minutos. Es un complemento perfecto para añadir al final de una sesión de rodillo suave o para esos días en los que no tienes tiempo para nada.
- Recuperación y rehabilitación: Al usar cargas tan bajas, es una herramienta fantástica para mantener el estímulo muscular durante periodos de recuperación de lesiones (siempre bajo supervisión de un profesional, claro).
Piensa en ello como un «atajo» fisiológico. No reemplaza el entrenamiento de alta intensidad ni las salidas largas, pero es un complemento muy potente.
Riesgos y a quién no le conviene este invento
No todo es un camino de rosas. El BFR no es para todo el mundo y hacerlo mal puede tener consecuencias. No es un juego.
No deberías practicar BFR si tienes:
- Hipertensión no controlada.
- Varices importantes.
- Historial de trombosis venosa profunda (TVP) o embolias.
- Problemas cardiovasculares.
- Estás embarazada.
- Cualquier condición médica que afecte a tu sistema circulatorio.
En caso de duda, la respuesta es simple: habla con tu médico o un fisioterapeuta cualificado. No te fíes del gurú de turno en YouTube. Tu salud es más importante que ganar un par de vatios.
Veredicto final: ¿secta o ciencia?
El entrenamiento BFR en rodillo no es una solución mágica que te convertirá en Pogacar de la noche a la mañana. Es una herramienta más en tu arsenal. Una herramienta extraña, incómoda y que te hará sentir las piernas como dos morcillas de Burgos, pero una herramienta efectiva si se usa con cabeza.
Es ideal para ciclistas que buscan mejorar la fuerza sin el castigo del gimnasio, para aquellos que están recuperándose de una lesión o simplemente para quienes quieren sacar el máximo partido a sus cortas y, seamos honestos, a menudo aburridas sesiones de rodillo.
No sustituye a las series de VO2max que te dejan sin aliento ni a las salidas largas que te curten el carácter. Pero como complemento, 1 o 2 veces por semana, puede darte ese plus de fuerza y resistencia que te falta.
Pruébalo con precaución, empieza de forma conservadora y escucha a tu cuerpo. Puede que descubras que la mejor forma de ponerte más fuerte no es siempre pedalear más fuerte. A veces, solo hay que ser un poco más listo… y apretar un poco.






